La vida de la virgen de Guadalupe

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Conocida también como Patrona de México y Emperatriz de las Américas, llamada así por el Papa Juan Pablo II, la Virgen de Guadalupe es, sin temor a equivocarnos, el ícono más importante del catolicismo en México y en gran parte de América Latina y España.

La Virgen de Guadalupe fue un ícono clave para que el catolicismo tuviera una buena acogida en la naciente Nueva España, de hecho se ha discutido mucho la probabilidad de que los rasgos indígenas de la imagen la identificaran con la diosa de la muerte Tonantzin (nuestra madre en náhuatl) a quien los mexicas veneraban precisamente en el Cerro del Tepeyac; su aceptación fue tan grande que se cuenta que sólo 7 años después de las apariciones al indio Juan Diego, aproximadamente 8 millones de indígenas ya se habían convertido al catolicismo.

Es en el Nican Mopohua, libro escrito en 1556 por Antonio Valeriano, donde se narra la historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego.

Apariciones de la Virgen a Juan Diego

Según la historia recogida en el Nicán Mopohua, se dice que la Virgen de Guadalupe se apareció en 4 ocasiones al indio Juan Diego y le habló en Náhuatl, su lengua; la última aparición ocurrió el martes 12 de diciembre de 1531, es decir, sólo 10 años después de la caída de México Tenochtitlan; pero hablemos más de estas apariciones:

La primera aparición tuvo lugar en el Cerro del Tepeyac el sábado 9 de diciembre de 1531. Juan Diego, un indígena originario de Cuautitlán que se había convertido recientemente al catolicismo unos años después de la conquista de Tenochtitlan, se dirigía al templo para recibir su catecismo y escuchar la misa, cuando pasaba por el cerro escuchó su nombre y al acercarse vio a una mujer que dijo ser la Siempre Virgen María Madre de Dios y que además le pidió que fuera con Fray Juan de Zumárraga, el primer obispo de la Nueva España, para pedirle que erigieran un templo en aquel lugar. Según el Nicán Mopohua, estás fueron las palabras de la Virgen a Juan Diego:

Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?… sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos, que yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive; del Creador cabe quien está todo; Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa pues yo soy vuestra piadosa madre;  a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen; oír allí sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores. Y para realizar lo que mi clemencia pretende, ve al palacio del obispo de México y le dirás cómo yo te envío a manifestarle lo que mucho deseo, que aquí en el llano me edifique un templo: le contarás puntualmente cuanto has visto y admirado y lo que has oído… Hijo mío el más pequeño; anda y pon todo tu esfuerzo.

Como es de esperarse, el obispo Fray Juan de Zumárraga, aunque escuchó con sumo interés lo que Juan Diego le relatara, no le creyó. Al siguiente día (10 de diciembre de 1531), mientras Juan Diego se dirigía a su casa, escuchó de nuevo que la misma señora lo llamaba y le explicó que el obispo no le había creído, a lo que la Virgen contestó que fuera de nuevo con él y le pidiera que se erigiese un templo en su honor. Cuando Juan Diego contó lo ocurrido al obispo, éste le pidió que le pidiera a la supuesta Virgen una señal que probara que era la madre de Dios y que era su voluntad que se construyera un templo.

eternopadre

Cuando la Virgen de Guadalupe escuchó de la voz de Juan Diego el requerimiento del Obispo, le pidió que fuera al día siguiente a recoger la prueba que se necesitaba; sin embargo, el indio Juan Diego no pudo ir al siguiente día pues Juan Bernardino, su tío, se encontraba gravemente enfermo. La madrugada del 12 de diciembre, Juan Diego mientras se encaminaba a buscar un sacerdote para que confesara a su tío, ya agonizante, se encontró de nuevo con la Virgen y, avergonzado por no haber podido ir a recoger la señal del día anterior, le contó lo que ocurría. Ante esto, María de Guadalupe le dijo que no se preocupara por su tío, pues este ya se encontraba completamente curado de cualquier enfermedad, de igual manera le pidió que se encaminara al lugar donde la había visto por primera vez, cortara las flores y las llevara ante su presencia. En aquél lugar habían crecido rosas de Castilla (flor que no es nativa de México), Juan Diego cortó las flores y las llevó ante la Virgen, ésta pidió al indio que las llevara al obispo como prueba de que era su voluntad que en aquel cerro se construyera el templo. Así lo hizo Juan Diego, llevando las rosas envueltas en su ayate, cuando desenvolvió su manto ante el Obispo, éste no sólo vio las rosas que habían caído al suelo, sino también como en el manto se había dibujado la imagen de la Virgen de Guadalupe, prueba del milagro ocurrido en el Cerro del Tepeyac.

Fray Juan de Zumárraga tomó el manto, lo llevo a la Iglesia Mayor y erigió en el lugar de las apariciones el templo en honor la la Virgen de Guadalupe, templo que aún hoy en día es visitado por casi 5 millones de fieles cada 12 de diciembre.

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